23.1.12

La mejor pelea de la historia


No. No es la de Mauro Viale con Alberto Samid, cuando el primero cobró fuerte por la diferencia de peso. Tampoco ésa que se dio en los estudios de Crónica cuando un gordo quedó en el suelo con la boca rota, entregado, diciéndole a su verdugo, en vivo, "mirá, mirá lo que me hiciste, pelotudo. Mirá lo que me hiciste. Mirá". Tampoco es la pelea más justificada de la historia, no confundir los adjetivos. La más justificada de la historia, aunque fallida, es la que casi acaba con la vida de Roberto Giordano. Aquí arriba, en cambio, les dejo lo que fue tildado por la Asociación Plurinacional de Miradores de Tele como la mejor pelea de la historia. Ayer estuvimos viendo Ultimate Fighting Championship con los pibes, y José María Weler, un gran amigo que cuando se despide de su novia por celular le envía siempre una "lluvia de besos", nos mostró esta maravilla, con todos los ingredientes de un momento memorable. Nótensen, en primer lugar, el artificio: hay ring y publicidades, y parece haber referí, pero la ausencia de reglas es absoluta y consensuada. 

Después, acá abajo pego un link de una nota muy linda sobre lo que hay detrás de las grandes fotos que conocemos. Detrás de una gran foto hay un ser humano perfectible, parece. Ningún descubrimiento.


Y por último quiero decir feliz cumpleaños Luis Alberto. Dejo aquí debajo un video tan memorable como el de arriba, aunque usted piense que se trata de un tema harto escuchado. Efectivamente, así es. Se trata de Muchacha. Pero nótensen varias cositas. En primer lugar, un ejemplo más de la realidad que dio origen a los chistes de Peter Capusotto. Nótensen, antes de empezar la canción, los gritos que nacen de la tribuna, exactamente iguales a los que Peter inmortalizó con ese gran personaje del espectador de rock que pide todo el tiempo "flaco, tocá muchacha. Flacooooooo, muchacha". Es el origen mismo. El punto cero. Nótensen, después, inmediatamente después de esto pero también en sentido general al mirar el video, que estamos ante un caso paradigmático en lo que respecta a las semejanzas entre rock y fútbol, entre mirar un recital y mirar un partido. Frente a la elección del repertorio, del tema que viene, nótensen, primero, el grito de gol que nace de la tribuna cuando reconocen la llegada del gran hit. Hay incluso gente que se paró a festejar el gol: una reacción natural. Grito, estirada de brazos y puesta en pie. Y al mismo tiempo, en lo que sin duda se constituye como una contradicción preciosa, nótensen el gesto de Juan Alberto Badía, anfitrión del show, tomándose la cabeza por una supuesta chance de gol perdida: digo supuesta porque claro, no es que alguien perdió un gol (justamente en ese instante el gol era marcado), sino que Badía reaccionó ante la sorpresa del hit tomándose la cabeza por los costados, en un movimiento deslizante y suave, que acompañó un retroceso, también, del torso hasta el límite del respaldo. En resumen, Luis Alberto, una canción, y el oxímoron de gritar un gol y al mismo tiempo lamentar la chance perdida. Una verdadera definición de lo que producen las armonías de quien es, sin duda, el músico más importante que ha dado este país, a la altura de otros notables compositores como Prince, Wonder, McCartney, Lennon, Dylan, Mercury, Waters, Gilmour, Yorke, Plant, Sting,  etcétera. 



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