15.6.08

Apuntes de un changuito que come todos los días

I. Andróginos

Hombre o mujer, mujer u hombre. Las dos cosas. Neologismo de vuelo corto, presidenta de una nación macho, presidente de su esposa, prescindentes de la República Argentina. Lo primero que quiero apuntar es este molde-modelo-posmo pero con reminiscencias del cincuenta y pico, que se veía venir, desde lejos, galopando: un andrógino como presidente que ni siquiera es Ziggy Stardust, no nos nutre con canciones tristes y esperanzadoras a la vez, sino con un gabinete de enanos y bigotes que responden tal como lo exige el dogma. El hombre al poder, la mujer a la retórica. Ayer el hombre tomando La Plaza y la mujer encerrada en su despacho; el gabinete de ella escoltando a su marido pero los dos ministros más fuertes sentados en la rueda de prensa, explicando la posición del gobierno frente a los sucesos acontecidos en Gualeguaychú, defendiéndolo todo. Nos chocamos, entonces, con un primer momento esclarecedor: después de las especulaciones exitistas de octubre pasado, producidas por una mayoría de electores kirchneristas que festejaban “la inteligencia de esta gente, que supo construir poder recién al llegar al gobierno, previa ley de lemas, y ahora hacen esto para que la gente no sepa quién gobierna”, después de las especulaciones materializadas casi a la perfección, después de eso la cuestión ya no gusta. Ahora esa lucidez estratégica es sinónimo de una de las variantes de la inseguridad. ¿Quién gobierna, entonces?, me pregunté ayer, cuando ella tomaba té earl grey Lipton en su despacho y él organizaba por chat la toma de La Plaza. Gobiernan los dos, me dije. Pero en un solo cuerpo. Dos entidades que comparten un mismo cuerpo no material, sino ideal, desde lo más antiguo del término. Un cuerpo inasible y sustentado con lo más recalcitrante del dogma General. Algo así como un flan ácido, cítrico a primera vista, que en realidad es un budín de pan o, visto de otro modo, un bloque casi indestructible (indigerible) de miga. Mucha miga.

II. “Vayan todos a la plaza antes de que lleguen los gorilas”

Dijo el bizco. Hombre del sur del país, que conoce el frío, el viento, la tempestad, la soledad, y múltiples formas de almacenar. Un hombre que supo engendrar, como cuatro o cinco colegas de otras provincias antes vacías, un imperio donde en un comienzo no había nada más que tierra. Puedo nombrar algunos casos, se me vienen rápido a mente: Neuquén: Sapag; La Rioja: el innombrable; San Luis: Rodríguez “pancho” Sá; Santiago del Estero: carteles de Juárez, e-te-cétera, e-te-cétera, y vamos todos: e-te-cétera. “La plaza es nuestra” dijo el bizco y salió corriendo, un poquito hacia la derecha y otro poquito hacia la izquierda, como es de esperar (no por lo de los ojos, sino por lo otro), y se olvidó (se sigue olvidando) de algo importante. Esa plaza, para un peronista del interior, no existe. Los peronistas del interior, a la plaza, la ven como una foto: para Parrilli, actual secretario general de la presidencia y eterno muerto político neuquino, la plaza no era más que una foto con gente metiendo las patas en el agua de la fuente. Para el Bizco lo mismo. Por lo tanto, el hombre se equivoca. La plaza de mayo es para el peronismo del interior lo que fue el alunizaje para los americanos. La plaza es propiedad exclusiva de los cuerpos que allí nacen, que allí viven, que desnudan sus inquietudes entre esas palmeras mal colocadas, todos los días; es de los que pueden llegar “volando” allí, y que ven pasar a las masas como en un retroproyector; es de los cuerpos más ubicados, los que mantienen la perspectiva, los que dependen de ella. Esa plaza es gorila desde el momento en que los imberbes dieron la vueltita y partieron, justo cuando el General pensó que los había echado. El gorilismo es genital: la forma lingüística de la última revancha. No hay espacio más gorila en el país que La Plaza. No hay cuerpo vivo más gorila, en el país, que las palomas. La plaza fue, es y será de las palomas. Y la entidad Kirchner lo sabe. Siempre lo supo, porque la veían por televisión (incluso cuando estudiaban en La Plata: allí se juntaban en torno de los bustos que la masonería dejó abandonados en la plaza principal, esos bustos que miran, y miran, y miran).

III. Dos letras de un mismo tema

Ayer, la represión que hubo en Gualeguaychú desató cacerolazos espontáneos en distintos puntos del país. Pregunta: ¿reprimeron, realmente, esos hombrecitos de verde? Respuesta: ¿Y a vos qué te parece, la concha de tu madre, que estás sentado como un duque delante de esa computadora? Más vale que pegan. Sino para qué van. Otra pregunta: ¿fueron realmente distintos esos puntos del país? Veremoslón. Cacerolazos en Barrio Norte, Recoleta, Palermo, Caballito y Olivos, dentro de la ciudad de Buenos Aires. Cacerolazo espontáneo en el centro de la ciudad de Córdoba. Ah, entonces no eran distintos. Se sucedieron en un mismo punto del país. Pero lo que me importa, acá, más allá de las cacerolas, no es que me peguen, o salvarme de caer preso con De Angeli y escuchar durante seis horas su voz ronca; acá lo que me importa es lo que vende, los cánticos: me importa, como dije desde chico, las letras de las canciones, porque un buen tema sin letra queda ahí, flotando… es verdad que gusta, y pega, y transmite, pero luego queda ahí, flotando, se lo vive intensamente los primeros días, se lo estudia después, un poco, y se acaba, queda postrado, resonando para sí mismo. Algo así como las noticias. Como Macarrón, la plata de Santa Cruz, el tren bala, el subte en Córdoba o Rosario, Botnia, ese tipo de cosas, donde no hay mucha letra. Las canciones de ayer, sin embargo, fueron doblemente esclarecedoras: digo “doblemente” porque se escuchó una misma canción con dos letras, al mismo tiempo, sonando en canon, y bien. En la puerta de la quinta de Olivos se reunió la gente a protestar, y luego llegaron las fuerzas de choque del gobierno. Hombres de D’Elía y luego unos equipos de lacrosse mandados por Guillermo Moreno. Entre los jugadores de lacrosse que mandó Moreno se encontraba Jorge “Acero” Cali, ex campeón mundial de Kick Boxing. La última vez que lo vi pelear, un brasileño le metió un pesto que lo dejó como un testículo de ciclista dopado después de una carrera. Rojo, hinchado, quedó Cali. Ayer fue a Olivos a desalojar la “puerta de casa”.

Chocaron entonces la patota y la “gente común”, que fue a cacerolear, a pedir diálogo, charlas, discusiones. Con esto vuelvo en un rato. La cuestión es que cantaron, se pelearon, al principio, con canciones. La gente cantó “Argentina, Argentina”, y los hombres de cuero respondieron con otra letra: “Cristina, Cristina”. Una canción con nombre de mujer. Después los de cuero comenzaron a cantar la marcha peronista. La “gente común” respondió entonando el himno nacional. Cantaron a la par, terminaron llamativamente juntos. Sonrieron todos, al final: se dieron cuenta que duran lo mismo.

IV. El diálogo

Qué copado que en un país como éste, ahora todos, absolutamente todos, peleen para que se “abra”, para que “brote”, para que “nazca” el diálogo. Todos por un sinceramiento. Cristina acomoda los microfonitos con los pulgares y los dedos índices. A Martín Lousteau lo escrachan en un restorán de París, y le piden que abandone el lugar por ser el responsable de arruinarlo todo. D’Elía insta a la gente a que se arme para combatir a la oligarquía. La mesa de enlace dijo que estaba bien ese asuntito de usar la plata de las retenciones para construir hospitales y escuelas, pero en realidad resolvieron que vamos, señores, la cosa pasa por otro lado ¿eh? Es la política agropecuaria lo que se discute, ¿o no? Es eso lo que hay que resolver, chango... y bien a lo gaucho, con diálogo. El diálogo con papá, justo hoy, en la punta de la mesa (está torcido y serio, le regalaron una afeitadora eléctrica). El diálogo con el policía que te averigua los antecedentes in-your-face. El diálogo con el que te corta la entrada. El diálogo con el artista, desde la butaca al escenario (es un tipo copado, no sabés como charla con la gente cuando está ahí arriba). El diálogo del empleador enfermo con el empleado sano. El diálogo del vendedor, pre y post venta. El diálogo entre el torturador y el torturado. El diálogo del sojero con la chica de la cabina de peaje: “Hola”. “Hola, buen día”. “¿Cómo te llamás?” “Karina”. “Hola Karina. ¿Y estás siempre acá, te toca siempre esta caja?”. “A veces, depende del día. Hoy es domingo y sí, pero de lunes a sábados me cambian de peaje, tengo que viajar hasta el otro”. “Bueno, ojalá de cruce de nuevo, Karina. Si es que no te molesta... ¿te molestaría si te vuelvo a ver?”. "¿Cómo?". "Digo, si nos vemos de nuevo, ¿te molestaría, Karina?". “No, todo bien señor. Buen día”.

4 comentarios:

tantomundo dijo...

apuesto al diálogo, diego, me gustó lo que escribiste. apunto lo de flan acido. te dejo un abrazo.-

Anónimo dijo...

Buenísimo, a mi también me gustó. La bola de miga de pan indigerible cuando queda atascada en el garguero sólo se baja con una piña en la nuez de Adán de Jorge "Acero" Cali. ¿Estará todo confabulado para que sea una cadena de favores?

Diego Vigna dijo...

Argentina, eso habría que preguntárselo a la gente de CQC, que tiene experiencia en cadenas de favores. Saludos,

Anónimo dijo...

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