31.7.06

Catorce pulgadas

Rompí tres televisores
uno cuando era chico
ahora tengo dos en el dormitorio
apoyados contra la ventana
alineados
si me acuesto del lado izquierdo
veo piso, placard y dos pantallas
y me siento los latidos del corazón
es decir
tengo audio y video


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Así
cual pelota que viene con chanfle
a las seis de la madrugada
y me impacta en la cara
mojada

cual perro que viaja en la luneta
combatiendo los baches con la flexión de las patas
sin poder mirar por la ventanilla
a no ser
que agache la cabeza

así tal cual
saliendo de la cama
corriendo las cobijas
el pie contra el frío mosaico
y las uñas largas
bien largas

Atención: felicidad

Si alguien tiene parlantes en la computadora y quiere ser realmente feliz, que entre a este link:

www.joseblog.com.ar

y mire el video sobre la visita de Adolf Hitler a un restorán argentino.

19.7.06

Qué corto se me hace el viaje

En realidad es el frío lo que me hace medir o no el tiempo
a mí y a todos los que venimos de los costados
a todos los que podemos dejar correr un río chato
durante cuatro o cinco horas
seguidas
sin siquiera mover un lado de la boca.
En este pedazo de humedad todo está lleno de boliches y de mesitas ratoneras
con velas que se apagan y se prenden gracias a un batallón de mozas
pero en el lugar desde pienso todo es mucho más simple.
Muy simple.
Puedo tirarme sobre un sillón de mimbre, toda una tarde
puedo tirarme sobre un colchón abandonado en el suelo, toda una noche
sin necesidad de armar una cama para que lo sostenga
sin tampoco
necesidad de vestirlo con sábanas o frazadas de casas viejas.

Hay una música gravísima que suena en el aire
hay algo que todavía no termino de nombrar y que persiste en el tiempo
lento
en el frío que lastima la nariz y el fondo de la garganta a la madrugada
en las bufandas enroscadas bajo las orejas
en el acto reflejo de desvestirse el pecho cuando se entra a un lugar templado.
Hay cosas en las ramas flacas de los árboles
en ese lugar desde donde pienso
que me permiten actualizar el vacío filoso del invierno
vacío que es incesante, y que por supuesto no se calma nunca.
Ni con el sol.

Hay un hogar prendido todo el tiempo con madera de álamo
hay personas que sonríen con el viento cuando les pega en la frente.

Hay personas que hasta pueden bajarse de un auto y romper la puerta
al cerrarla
o llorar a escondidas, mientras trabajan
sin la obligación de explicarle nada a nadie.

Acá
o allá
desde donde pienso con el dolor de la boca del estómago
puede haber alguien que camine por el medio de la calle
escuchando música y cantando mal
avanzando con pasos cortos
alternando pisadas o pequeños saltos y mirándose
las puntas de los zapatos
despidiendo humo por la nariz al respirar y sin saber que otros
como yo
puede estar mirando.
Puede haber alguien que produzca sombras en el asfalto
alguien que camine metódicamente las mismas cuadras por placer
alguien que todavía anote garabatos en los vidrios transpirados.

No sé qué es lo que me pasa pero ahora
todos los parpadeos se me renuevan.
No es que todas las veces sean siempre las mismas
sino que a cada rato algo que desconozco se me mete más
adentro
No sé qué tiene este lugar desde donde pienso pero es como alguien
que camina
hacia mí
por el centro de la calle
desde lejos
y cantando.
Es como abrazarse, bien fuerte, con mucha ropa.

14.7.06

Tiene prohibido salir de la cocina



Lo madrugué al perro. Lo agarré rascándose y ya no pudo cruzar la puerta.

Las Ratas



Estaba por dormirme y me vine a la computadora, despacio, acá hace un frío de cagarse, y puse en el explorador doble ve doble ve doble ve punto fe de rata punto com punto ar. Tardó unos segundos, la máquina, se quedó pensando, la barra de abajo no sumó más de dos puntos, y finalmente se me vino el putísimo “No se puede mostrar la página”.

Recién entonces se me apareció el momento en el que entraba por primera vez al departamento de Falco, una tarde de 2002, para saber de qué se trataba Fe de Rata. Había mandado dos textos para que los leyeran, uno que ahora parece una cachetada y otro que todavía me parece que me gusta.

Entré y en la mesita de la cocina estaban Lamberti, muy serio, Elisa Ferrari, y Falco, más flaco, aunque parezca un tibio anagrama, parado junto a la ventana del fondo, donde solía colgar la ropa. Colgaba de la pared un cuadrado con casilleros donde había cosas, coleccionables, y me acuerdo de una llave. En uno de los cuadraditos había una llave.

“Él es de esos aburridos, lee a Borges, no le des pelota”, me había dicho el Fede de Lamberti.
Era verdad que Luciano estaba serio. Pero se estaba preparando.

Me fui del depto, mirando las cucarachas clavadas de la entrada, y poco después empecé a reunirme con ellos. Todavía estaba Santucho: pude presenciar la jugosísima discusión en el living, y la presentación del Agus Privitera, que entró a la revista con un texto que se titulaba “Vergüenza 8, Agustín 0”. Nos sentábamos en el piso y discutíamos pelotudeces, que siempre terminaban bien, y tomábamos cerveza, y hablábamos de las miserias.

Era tan simple.

Ahora, con la pantalla en blanco, no puedo evitar imaginarme un miércoles más, en ese lugar, con Falco, Lamberti, por qué no acompañado de Godoy, que bien hubiese venido, Elisa, la Elo que entraba dispuesta para pelear, el Agus riéndose solo en una esquina, la Sole Bossio callada la boca, Molinari mirando de reojo, el Seba Pons cantando bajito, y todos los otros, más Juan Crisis, El cadáver de El Tiempo pudriéndose, las dos bibliotecas tan atropelladas, la música oscurecida saliendo del equipito Philips negro, Falco diciendo “No sean culeados, che, limpien”, recibiéndome una noche en la puerta para estrecharme la mano, contento por la misoginia de un texto que había mandado, la Elo diciendo que en el periodismo se escriben cinco líneas y después punto y aparte, los que se asomaban a la ventana, los que querían café o té, los que preguntaban por qué carajo hacía tanto ruido esa heladera de mierda.

Lamberti, que en esa época tomaba agua, empinando botellas de vino espumante que siempre estaban blancas.

Si alguno de los citados lee esto, le quiero decir que muchas veces me pasa de imaginarme un numerito más de Fe de Rata, sólo uno más, haciendo un borrón de todo lo que hay ahora y juntándonos, tres veces en una misma semana, a leer, en los sillones vencidos, y a tomar cerveza.

12.7.06

Fenómeno de la Anti Distancia


Hace rato que no aparezco por el blog. Estoy en Cipolletti, en mi casa, disfrutando de un invierno típico del valle alto. Cuando uno llega en el colectivo no se puede mirar por la ventana, porque a la madrugada hace tanto frío que aunque se frote el vidrio con la manga, la oscuridad y las gotas vuelven a empañar toda panorámica, y sólo se puede distinguir el lugar que se visita cuando se lo pisa.
Llegué y me paré en una esquina, a las ocho de la mañana. El cielo completamente nublado, los árboles no pelados sino muertos (acá los árboles no se pelan: se mueren y resucitan, indefinidamente) y la gente tapada hasta los agujeros de la nariz. Me dije que todo estaba como siempre, sin el miedo del paso del tiempo o el aumento de la distancia, que, me parece, es lo mismo. Todo acá está tan desolador como a mí me gusta.

Desde que llegué pienso sólo en películas. Ayer pude alquilar una que se llama Everything is Illuminated, dirigida por un hombre de apellido extraño, y protagonizada por dos personas que están a los costados de Elijah Wood (el chico no está nada mal, de cualquier modo). Esto da origen al título de la distancia: los fenómenos de acercarse o alejarse, de sentirse dentro o fuera.

Hay películas que nos acercan a la pantalla.

Películas que te van metiendo adentro, en situación de silencio, y media sonrisa.

Recuerdo que me haya pasado con Interiores, de W. Allen; Lost in Traslation, de S. Cóppola; The Aquatic Life, de W. Anderson; Broken Flowers, de Jarmush.

Esta película que vi ayer me empujó para adentro, y la recomiendo. Tiene los brotes de obsesión y simetría necesarios para que varios se sientan a gusto. Tiene a un viejo que dice ser ciego y es chofer del negocio de la familia. Tiene campos inmodificables. Anteojos y objetos coleccionables, una perra desquiciada, música de la sangre de Kusturica y los ojos, unos pedacitos de ojos, que carga el viejo de la foto. Ese viejo.